sábado, 20 de noviembre de 2010

SOBERANÍA NACIONAL

Hace poco, en los festejos del Bicentenario volví a emocionarme como cuando era chico.

Sentí que la escarapela latía en mi pecho. Volvieron los olores de mayo desde el fondo de la memoria infantil. El himno nacional apretaba mi garganta. Me arrojé de cabeza en la marea humana que inundaba las calles. La multitud se mecía conmigo, afectuosa, compartiendo complicidades patrióticas, hermanados en la festividad recuperada. Me colgué de una bandera cualquiera para flamear con ella. Y lloré. El viento no podía secar mi alegría de sentirme parte de un pueblo feliz de haberse reencontrado, luego de años de exilios interiores.

Volvió el orgullo argentino y latinoamericano, secuestrado por el desprestigio artero de la década infame neoliberal. Machucado por la infamia extranjerizante y tilinga. Nuestro pasado se empieza a sacar las telarañas. Nuestra historia devela verdades a medias, mentiras completas, zonceras de bronce...

En estos 200 años, hemos demostrado la voluntad de ser independientes. A pesar de los esfuerzos de los de afuera y los cipayos de adentro por convertirnos en colonia británica, estadounidense o multinacional, el pueblo siempre dio muestras de coraje defendiendo la Soberanía nacional.

En 1806, 1807, con agua o aceite calientes, con palos y piedras y una valentía sin igual echamos a los ingleses. Luego, nos sacamos de encima a los españoles. En 1840, la patria se vio amenazada por tropas francesas. En 1845, vinieron los franceses e ingleses a imponer su poderío belico.

Juan Manuel de Rosas era el Gobernador de la provincia de Buenos Aires y el depositario de las relaciones exteriores de la Confederación. En su segunda gobernación (a partir de 1835), Rosas había empezado a independizar comercialmente a la región promulgando la ley de aduanas:

  • El 18 de diciembre de 1835, Rosas sancionó la Ley de Aduanas en respuesta a ese planteo, que determinaba la prohibición de importar algunos productos y el establecimiento de aranceles para otros casos. En cambio mantenía bajos los impuestos de importación a las máquinas y los minerales que no se producían en el país. Con esta medida buscaba ganarse la buena voluntad de las provincias, sin ceder lo esencial, que eran las entradas de la Aduana. Estas medidas impulsaron notablemente el mercado interno y la producción del interior del país.

Expropió el Banco Nacional, prohibiendo la exportación de metales e imponiendo fuertes aranceles a la navegación de buques extranjeros en los ríos interiores para proteger las nacientes industrias locales. En 1840 logró vencer el bloqueo de los franceses en una primera intervención armada y, la experiencia de esa lucha, la sabría aprovechar para vencer a la segunda intervención conjunta de Inglaterra y Francia...

    El 20 de noviembre de 1845, siendo el general Juan Manuel de Rosasresponsable de las Relaciones Exteriores del territorio nacional, tuvo lugar el enfrentamiento con fuerzas anglofrancesas conocido como la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro.

    La escuadra anglofrancesa intentaba obtener la libre navegación del río Paraná para auxiliar a Corrientes, provincia opositora al gobierno de Rosas. Esto permitiría que la sitiada Montevideo pudiera comerciar tanto con Paraguay como con las provincias del litoral. El encargado de la defensa del territorio nacional fue el general Lucio N. Mansilla, quien tendió de costa a costa barcos “acorderados” sujetos por cadenas. La escuadra invasora contaba con fuerzas muy superiores a las locales. A pesar de la heroica resistencia de Mansilla y sus fuerzas, la flota extranjera rompió las cadenas colocadas de costa a costa y se adentró en el Río Paraná...

100 años después de la batalla de la Vuelta de Obligado, otro hecho fundante de nuestra soberanía nacional marcaba a fuego nuestra historia: la irrupción de los trabajadores como protagonistas de una compleja sociedad donde la injusticia era moneda corriente. Comenzó la articulación del movimiento nacional de liberación: el peronismo.

Hubo otros bloqueos y conflictos. Pasaron tragedias y luchas, más sangre y más muerte. Los enemigos de la patria usaron todos los métodos a su alcance: bombardeos, fusilamientos, secuestros, cárceles, torturas y desapariciones. Una guerra inventada por canallas para perpetuarse en el poder (whisky, estamos ganando, pibes valientes, jefes cobardes).

Un largo entreacto de mentiras y fantoches.

Saltamos a otro siglo. Justo al inicio de la centuria, al final del año 1, explotó una bomba y la casa se vino abajo. Pareció que todos moriríamos bajo los escombros.

Tantas injusticias y llantos. Parece mentira que hayamos sobrevivido. Pero estamos de pie. De nuevo hay una batalla en ciernes. No es con balas de plomo. Atacan con palabras y políticas que hieren y lastiman. Vienen a patotearnos, de contramano. Arrojan ideas gastadas de tanto hacer daño que quieren volver a jodernos la vida. Los soldados siniestros, representantes del deshonor, hablan por televisión y auguran catástrofes idas.

En los jardines del presente, cargando fuerzas al sol del Bicentenario, está el pueblo movilizado, esperanzado, acompañando un proyecto de liberación.

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